sábado, 11 de julio de 2009

Nuevo Gabinete en Perú: Velázquez Quesquén al premierato



Por César Reyna


La ausencia de figuras concertadoras y capaces en el nuevo Gabinete Ministerial se debe al debilitamiento del sistema de partidos. De esta debacle no se ha salvado ni el Apra, la agrupación más longeva que participa en política, porque se trata de un mal de ampliamente extendido y generalizado. Este problema no es reciente pues se incubó durante el primer Gobierno de Alan García (1985-1990), período en el que la clase política resultó tremendamente desprestigiada por la pésima gestión del actual mandatario (abundaron los casos de corrupción, se desarrolló la hiperinflación y creció la violencia terrorista). Ni la derecha se salvó del descrédito pues los peruanos eligieron a un ‘outsider’ como Alberto Fujimori para que reconstruyera el país.

A partir de Fujimori comenzó una fase en la que se acentúo la ruina de los partidos porque el autócrata de origen oriental reemplazó la retórica pomposa del pasado por obras a granel. Él instauró la tecnocracia en oposición a la parálisis de los políticos tradicionales que perdían el tiempo discutiendo sobre ideas abstractas en el Parlamento. Su falta de contacto con la realidad y su nula credibilidad los apartó una década del poder. Desde entonces el electorado se acostumbró a exigir acciones y resultados concretos en lugar de discursos vacíos (por eso García está inaugurando muchas obras y ha puesto en marcha un plan anticrisis).

Otro factor que ha contribuido a la crisis de los partidos es su falta de renovación. En la mayoría de casos se observa que las viejas caras del pasado ocupan los primeros puestos en las listas al Congreso. En los últimos tiempos no han aparecido nuevas y destacadas promociones que reemplacen a las generaciones anteriores. La perniciosa vigencia de un buen número de políticos del pasado, sobre todo en el Apra, ha obstaculizado el surgimiento de personas interesadas en gestionar la cosa pública.

Lo anterior explica, en buena cuenta, la escasez de profesionales de la política. Si los últimos gobernantes han debido recurrir a tecnócratas independientes se debe a que los partidos no se han dedicado a preparar cuadros. Al no haber hecho su tarea el presidente de turno tiene que convocar a personalidades del sector privado o profesionales que laboran en organismos multilaterales para conformar su Gabinete. Cada vez que debe renovarlo, ya sea por desgaste propio de la función, censura parlamentaria o escándalos que comprometen a varios ministros se entra en un nuevo período de incertidumbre nacional. En un país con partidos sólidos los cambios ministeriales no producen ansiedad, pero ese no es nuestro caso pues el mandatario debe parchar o cubrir como pueda las carteras vacantes.

En momentos de grave crisis política o económica pocos se muestran interesados en sumarse a un nuevo Gabinete. Nadie con algún prestigio ganado está deseoso perderlo en poco meses de gestión. Las turbulencias e ingratitudes de la vida política, además de los bajos salarios (en caso de que no roben), desincentivan a los mejores profesionales y técnicos a la hora de colaborar con el presidente.

En el caso de García este asunto se agrava pues si ha designado a Javier Velázquez Quesquén, actual presidente del Congreso, es porque varios de los voceados tienen una razón adicional para negarse: la escasa autonomía que el mandatario otorga a quien elija. Pocos realmente despacharían con él en esas condiciones pues limitaría sus iniciativas individuales. El reducido campo de acción que García concede al primer ministro, como se vio en el caso de Yehude Simon, quien sólo al final de su gestión –y con 34 muertos en la Amazonía- pudo negociar libremente con los nativos, nos revela que el presidente García quiere un muñeco de ventrílocuo antes que un premier independiente.



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