La coincidencia del ministro del Interior, Octavio Salazar, con el líder nacionalista, Ollanta Humala, en el sentido que Sendero Luminoso (SL) ya no constituye un peligro para el país ha generado discrepancias en el seno del oficialismo.
Magnificar las acciones de Sendero para desacreditar a un político rival pueden costarnos mucho en términos de imagen
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Por César Reyna
Magnificar las acciones de Sendero para desacreditar a un político rival pueden costarnos mucho en términos de imagen
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Por César Reyna
Tras el ataque contra la base policial de la Dinoes (División Nacional de Operaciones Especiales) el secretario general del APRA y congresista, Mauricio Mulder, sostuvo que el candidato nacionalista “quedó en ridículo por haber afirmado que Sendero Luminoso y el MRTA ya no constituían un peligro para el país”; sin embargo, luego de la sesión de ayer en el Consejo de Ministros, el responsable de la cartera del Interior, Octavio Salazar, dijo que “las actividades de Sendero no representan una amenaza para el país, ya que actividad está ‘focalizada’ en la zona del VRAE (Valle de los Ríos Apurímac y Ene)”.
La controversia entre Mulder y Salazar pone en evidencia dos posturas radicalmente distintas dentro del oficialismo. Mulder, como operador político del APRA, asume una posición contraria a la verdad porque desea restarle todo mérito a las declaraciones de Humala. Aun cuando el candidato nacionalista tenga la razón en este y otros asuntos objetará sus argumentos pues tiene el deber de demoler su imagen.
Salazar, por su parte, cometió un lapsus imperdonable ya que respaldó involuntariamente al líder de la oposición. Su coincidencia con Humala se ajusta a la realidad pues Sendero no tiene la intención ni los medios para tomar el poder. Esta agrupación narcoterrorista tiene como principal objetivo mantener el control de las áreas productoras de hoja de coca. De momento no representa una amenaza para otras zonas con potencial cocalero en la medida que no sea expulsada del VRAE. Si se la obliga a replegarse seguramente operará en regiones donde promovería el cultivo de la coca.
Afirmar que Sendero Luminoso constituye una amenaza para la seguridad nacional supone un riesgo para el país en términos de imagen. En momentos en que el Perú desarrolla una marca país y busca posicionarse como destino para turistas y capitales esa afirmación puede resultar contraproducente. De ahí que las conjeturas de Mulder representen un arma de doble filo pues muchos inversionistas podrían pensarlo dos veces antes de invertir en el Perú.
A Sendero le conviene que sus incursiones tengan repercusión mediática porque asi va consolidando o reviviendo el temor que causaba su presencia en los ochenta.
En cuanto a la solución propuesta por Humala para contrarrestar al narcoterrorismo no parece viable que el Estado compre toda la producción de hoja de coca –a un costo de US$ 200 millones- porque los narcotraficantes tienen mucho margen para subir el precio. Si se desata una guerra de precios entre el Estado y los narcos se incrementarían las cosechas ya que muchos campesinos estarían incentivados a cultivar coca. En caso de que el Estado iguale el precio que pagan los traficantes estos coaccionarían a los cocaleros para que sigan produciendo coca. Para acabar con ese flagelo no bastaría la sustitución de cultivos ni vuelos de interdicción ni la destrucción de cocales o pozas de maceración mientras exista un mercado. Sólo la legalización de su comercialización, como ocurrió con el alcohol, derrumbaría los precios y el financiamiento que sustenta a Sendero y a los carteles de la droga.
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