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domingo, 5 de julio de 2009

Zelaya no pudo aterrizar en Honduras




Zelaya no pudo aterrizar en Honduras… una mirada económica a la crisis del país centroamericano


Por César Reyna


Cientos de efectivos militares se apostaron en la única pista de aterrizaje del aeropuerto internacional de Toncontín de Tegucigalpa para impedir que toque tierra el avión que trasladaba al derrocado presidente hondureño Manuel Zelaya. Mientras los uniformados tomaban posiciones dentro del terminal y repelían a miles de manifestantes que respaldaban a Zelaya, los controladores aéreos se dirigieron al piloto de la aeronave de matrícula venezolana para decirle que no contaba con autorización para sobrevolar cielos hondureños. La nave tuvo que desistir luego de intentar infructuosamente el descenso.

Unas horas antes, Roberto Micheletti, el líder golpista, había anunciado que “por el bien de su país” Zelaya no debía volver. Por la tarde, el autócrata inició una conferencia de prensa en paralelo a la entrevista que ofreció Zelaya en pleno vuelo desde Washington. En la cita con los medios dijo que estaba dispuesto a “negociar con la OEA y otras instituciones y naciones amigas” con el fin de tener la oportunidad de explicar las razones que condujeron al golpe y encontrarle una solución a la crisis. A nuestro juicio no hay nada que explicar o justificar porque la carta de la OEA es muy clara: cuando se produce un quiebre democrático sólo cabe la reposición del orden anterior. Escuchar a emisarios de un Gobierno de facto sentaría un precedente inadmisible a menos que estén dispuestos a restituir al defenestrado Zelaya. Por eso cualquier negociación que explore el adelanto de elecciones sería rechazada.

El cambio de opinión de Micheletti, tras desairar los esfuerzos del secretario general de la OEA, el chileno José Miguel Insulza, se debe a que teme mayores sanciones tras la suspensión que le impuso el club de países americanos. Las medidas que más atemorizan al presidente de facto son de tipo diplomático (la ruptura de relaciones con naciones latinoamericanas y occidentales) y comercial (el cierre de mercados para sus exportaciones).

El aislamiento podría ser devastador para la tercera economía más pobre de la región en momentos que el mundo atraviesa una severa una recesión. Desde el comienzo de la contracción global no sólo ha caído el flujo de remesas en Honduras (responsable del 25% del producto), sino también las exportaciones y el turismo foráneo. A esto se sumaría el corte de asistencia gubernamental que brinda USAID de Estados Unidos, los créditos para el desarrollo concedidos por el Banco Mundial, el FMI y el BID, y el suministro de combustible subsidiado proveniente de Venezuela. En ese contexto, el declive del PBI podría ser mayor a estimaciones previas.

En una nación donde la pobreza alcanza a más del 60% de la población, el Gobierno de facto tendrá muy poco margen de maniobra mientras se debilita su economía. Sin comercio exterior ni remesas, las únicas alternativas que le quedan será ‘quemar’ sus reservas internacionales, generando con ello mayor inflación y la devaluación de su moneda, lo que golpeará a los más desposeídos.

Muchos programas sociales no podrán financiarse por falta de recursos, hecho que incrementará el descontento popular llevando al país al borde de la fragmentación o ruptura civil. La ola de protestas se sucederá sin parar si es que las autoridades no encuentran alternativas no traumáticas de financiamiento, es decir, sin crear de nuevos impuestos ni aumentar las tasas de los ya existentes.

El clima de agitación política, económica y social favorecería la opción de los candidatos ‘antisistema’ o socialistas como Manuel Zelaya ante la inoperancia del ‘sistema’ para atender las demandas nacionales. El retorno de éste no parece viable en el mediano plazo a menos que la crisis obligue a los golpistas a buscar una salida democrática.

En estos momentos la CNN reporta que Zelaya se encuentra en Nicaragua donde ha sido recibido por el presidente Daniel Ortega. Mañana, según trascendió, el mandatario depuesto intentará regresar para presionar a los usurpadores con su incómoda presencia. La reticencia a dejarlo ingresar se debe a que la cúpula no se siente capaz de procesarlo en las actuales condiciones (a pesar de haberlo acusado de delitos tan alucinantes y disparatados como tráfico de drogas y sedición).

Para la comunidad internacional cualquier juicio a Zelaya carecería de las garantías procesales mínimas porque se realizaría en un país donde se ha subvertido el orden constitucional. De ahí la negativa del régimen a permitirle su regreso hasta que la situación se normalice.



domingo, 28 de junio de 2009

Golpe de Estado en Honduras




Golpe de Estado en Honduras



Por César Reyna


En su columna de ayer sábado, Aldo Mariátegui, director del conservador diario 'Correo', dijo que “mal se haría en prestar oídos a la versión chavista de que se está dando un golpe de Estado (en Honduras)”. Aldo Mariátegui, nieto del gran pensador de la izquierda continental José Carlos Mariátegui, utiliza ese medio para difundir pronósticos y argumentos errados, y para expresar comentarios racistas en contra congresistas y diplomáticos que no comparten sus ideas (a una parlamentaria quechuahablante la llamó anafalbeta por no saber escribir en castellano y dijo que el embajador nicaragüense en Lima tenía rasgos anfibios). No hace mucho recomendó al Gobierno lanzar napalm sobre la Amazonía para acabar con un par de columnas narcoterroristas que se ocultan en la zona del VRAE (Valle de los ríos Apurímac y Ene), y sobre miles de nativos que tomaban vías, puentes y estaciones de petróleo en la selva. Pedía un crimen ecológico y un genocidio para recuperar la tranquilidad en esa convulsionada región. Poca cosa para él.

Nombró a Aldo Mariátegui porque encarna la descabellada visión de la extrema derecha de aquí y otras latitudes. Así como Mariátegui invoca poner orden por medio a métodos poco “convencionales” cuando surgen graves disturbios en el país (en su mayoría el Estado peruano los ha originado por su incapacidad y desinterés), la derecha hondureña ha reaccionado de la misma forma quebrando el marco constitucional.

Las condenas escuchadas hasta el momento sobre la penosa situación en Honduras son unánimes. Los pronunciamientos en ese sentido provienen de Estados Unidos, la Unión Europea, la OEA, la ONU, etc. Ningún miembro de la comunidad internacional respalda a los golpistas que pretenden validar el nuevo status quo alegando que el presidente Manuel Zelaya violó reiteradamente las leyes y trató de imponer un referéndum este domingo. Su sorpresiva destitución no se ajusta a ningún parámetro democrático aceptable porque la fuerza no es un medio reconocido por la Constitución hondureña para deponer a la máxima autoridad del país. Para removerlo se necesitaba implementar un proceso justo y transparente, es decir, una acusación constitucional en la que se precisen los cargos y el presidente cuestionado cuente con suficientes garantías para realizar sus descargos (ejercer su derecho a la defensa). Esto no ocurrió en el caso de la nación caribeña pues los grupos de poder económico y la oposición servil orquestaron un atentado contra la democracia.

Lo que causó la caída de Zelaya fue haberse vinculado con Hugo Chávez y con el resto de países socialistas de la región (con los que integran el ALBA), relación que criticaba la derecha. Pero su gran error fue proponer una cuarta pregunta -en la consulta debía realizarse este domingo- para que el electorado decidiera si estaba de acuerdo con la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que apruebe una nueva Constitución. El propósito de la pregunta era introducir la reelección presidencial porque la normativa vigente no la permitía.

En su artículo Mariátegui acusaba a Zelaya de “querer perpetuarse en el poder” mediante la reforma constitucional, un procedimiento democrático por excelencia pues depende del pueblo el rechazo o la aceptación de su iniciativa. El periodista peruano dijo que la popularidad de Zelaya rondaba el 10%. Si era así, ¿por qué temer entonces a la consulta popular? Con ese magro porcentaje no había necesidad de destruir la democracia ni ganarse el repudio de la comunidad internacional.

Zelaya se encuentra actualmente en Costa Rica, donde el presidente Óscar Arias le ha expresado su solidaridad tras ser expulsado de territorio hondureño. El Tribunal Supremo de Honduras había dispuesto su captura, pero los militares encapuchados que lo secuestraron ignoraron la orden judicial y lo enviaron directamente a San José.

Hoy por la tarde, durante la sesión extraordinaria que fue televisada desde el Parlamento hondureño se escucharon cosas realmente inconcebibles de parte de los diputados golpistas, quienes eligieron a Roberto Micheletti, presidente del Congreso, como mandatario provisional hasta las próximas elecciones generales que se celebrarán en noviembre de este año. Entre los disparates que dijeron alcance a oír algunos que reproduzco a continuación: “Aquí no hubo golpe de Estado sino el funcionamiento del Estado de Derecho”; “Nadie puede estar por encima de la ley… del derecho… de la Constitución”; “Honduras va consolidando su democracia”. Estas frases se decían entre aplausos y vítores de los exaltados legisladores. Los diputados congregados se expresaron con desbordante entusiasmo como si hubieran hecho algo positivo y se alucinaban próceres de su agitada República.

Muchas cosas irregulares sucedieron este domingo como el arresto de embajadores y personal diplomático de las delegaciones de Venezuela, Cuba y Nicaragua, además de la detención de varios ministros del Gabinete del defenestrado Zelaya. El corte del suministro eléctrico y la supresión de la información fueron dos medidas propias de una dictadura o autocracia. El Tribunal Supremo, el Congreso y las Fuerzas Armadas han sido los ejecutores visibles de la ruptura orden democrático; detrás de estas seudo instituciones se ubica, por supuesto, el poder económico.

Para terminar, en lo que acertó Mariátegui es que la propuesta de Zelaya (de un cambio de modelo) no iba a llegar lejos. Pero ésta no sucumbió por la vía democrática, como mandan las formas civilizadas del siglo XXI, sino por medio de la violencia a la que está muy acostumbrada la derecha.