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jueves, 2 de julio de 2009

Golpe preventivo en Honduras




Golpe preventivo en Honduras



Por César Reyna


La oligarquía hondureña, al mejor del ex presidente norteamericano George W. Bush, ha ejecutado un golpe de Estado para evitar lo que The Wall Street Journal y otros medios de derecha denominan la “chavización de Honduras”, es decir, el acercamiento del país centroamericano al régimen que lidera Hugo Chávez Frías. Entonces, para evitar un mal mayor, según los partidarios de los golpistas, se tuvo que “subvertir la democracia” porque de otro modo Honduras hubiera caído dentro de la órbita de Venezuela.

Recurrir a ese tipo de acciones preventivas para impedir determinados acontecimientos no son moral ni jurídicamente aceptables porque ni la ética ni el derecho se mueven en el terreno de la suposición, sino en el de los hechos. Nada justifica un golpe de Estado, y menos si apelamos a razones maquiavélicas. Predecir que Chávez iba a extender sus tentáculos sobre Honduras es bastante temerario pues debían conjugarse una serie de factores, siendo el primero de ellos que el depuesto Zelaya asumiera un papel meramente servil.

En el pasado reciente, actuar de manera “preventiva” tuvo un alto costo político para el Partido Republicano ya que en 2006 perdió las elecciones legislativas por el mal desempeño de la estrategia adoptada en Iraq. En su momento, la aventura bélica estadounidense fue condenada por la mayoría de naciones por trasgredir el derecho internacional; pero aún así se llevó a cabo so pretexto de derrocar a un tirano que incumplía resoluciones de desarme de Naciones Unidas y representaba una amenaza para la seguridad mundial. Entre los medios que apoyaron esa descabellada teoría se encontraba The Wall Street Journal, ahora propiedad de Rupert Murdoch, uno de los principales manipuladores de la opinión pública occidental. El diario derechista pide, además, que el presidente Obama intervenga –no sabemos si militar o diplomáticamente- para evitar “una victoria del chavismo en Honduras”. Desde sus páginas se podría estar sugiriendo que la superpotencia viole la soberanía hondureña o que lo haga de una manera más solapada.

No sorprende que periódicos como The Wall Street Journal alienten la intervención de su país en asuntos internos de otras naciones cuando se pone en peligro, no la democracia, sino el establishment. En Latinoamérica nunca hubo verdadera democracia como para salir a defenderla airadamente. Lo que ha existido desde el período de la independencia ha sido un modelo de gobierno que beneficia únicamente a las minorías, esto es, a las clases dominantes que controlan la economía y los medios de comunicación. Para preservar el orden se han valido de las Fuerzas Armadas y de gobernantes seudo populistas para “clientizar” a la población, es decir, explotar sus necesidades para ganar su favor político. Por eso cuando se ejecuta un golpe la democracia no puede restituirse porque aún está en construcción tanto en Honduras como en la mayoría de Estados de habla hispana. Lo correcto sería hablar de ‘proceso democrático’ y no de democracia porque todavía se está gestando América Latina.

Ahora bien, cada quiebre o golpe en la región supone un retroceso indudable porque debilita la confianza en las instituciones como entidades canalizadoras del conflicto. Si la sociedad cree que sacando a un presidente de su residencia a las tres de la madrugada es lícito cualquier cosa podría pasar. Una vez instalada la incertidumbre es muy difícil de desterrar y mina las bases de una nación (destruye el tejido social). Así el deseo de progreso se diluye porque no existen elementos que aseguren la seguridad jurídica en el país. Sin garantías procesales ni constitucionales reina la arbitrariedad de quienes ocupan importantes cargos públicos, como en el caso hondureño.

Romper el orden constitucional por prevención en lugar inmunizarlo lo pervierte porque convierte en paria a un Estado. Sin el reconocimiento de la comunidad internacional ningún Gobierno de facto puede relacionarse ni sobrevivir en este mundo. El reconocimiento es tan o más importante que las elecciones libres porque significa la aceptación y convalidación -desde el exterior- del proceso interno. Esta aprobación es vital para poder comerciar e integrarse en un planeta cada vez más globalizado.

La destitución de Zelaya fue a todas luces irregular, por más que The Wall Street Journal sostenga que se hizo por una orden la Corte Suprema. Si uno revisa la Constitución de cualquier país encontrará que el mandatario sólo puede ser procesado por el Congreso y goza de inmunidad mientras ejerce sus funciones. Al ser elegido por sufragio universal, sólo el poder político encarnado en el Parlamento, cuyos miembros también han sido votados, puede vacar al jefe de Estado por causales previamente establecidas en la Carta Magna. De modo que no es cierto lo que señala tanto The Wall Street Journal como el Cato Institute de que en Honduras no existe el impeachment o juicio constitucional para procesar a un alto dignatario.




martes, 30 de junio de 2009

Análisis del artículo de Alan García (segunda parte)


Análisis del artículo de Alan García: “A la fe de la inmensa mayoría” (segunda parte)



Por César Reyna


En el punto II García afirma que “el Perú escogió por 5 años un camino comprobado para el crecimiento, que fue de 9% en el 2007 y de 9.8 % en el 2008”. Su aseveración es cuestionable porque durante las elecciones que ganó en 2006 el país estaba tan o más polarizado que ahora. “Para que García triunfe”, según Raúl Wiener del diario ‘La Primera’, “fueron necesarios los votos de todos los partidos tradicionales, el apoyo de todos los medios de comunicación y de todo el poder del Estado (en contra de Ollanta Humala, naturalmente)”. García debe tener claro que fue elegido por descarte y no por convicción.

Las cifras que exhibe García sobre el crecimiento de la economía y la reducción de la pobreza son ‘cocinadas’ por el INEI (Instituto Nacional de Estadistica e Informática) ya que cambió la metodología de cálculo del PBI. Destacados analistas, como Farid Matuk, ex jede del INEI, y Richard Webb, ex presidente del Banco Central de la República, consideran que los resultados fueron inflados en 2% para que el Gobierno presuma que somos el único país que crece en la región. La disminución de la pobreza, que el presidente cifra en 12% en tres años de gestión (pasó de 48% a 36%) corre con igual suerte al no haberse actualizado los componentes de la canasta básica alimentaria desde 1997. Esto impediría determinar el verdadero nivel de pobreza según diversos expertos. La metodología empleada por el INEI, basada en calcular la pobreza monetaria, es una de tantas para medir este fenómeno. Sin embargo, la forma de cálculo actual no refleja la real dimensión del problema porque la pobreza en el Perú es multidimencional, es decir, depende de muchas variables que la oficina de estadísticas no ha considerado en sus estudios. Así se desvirtúa cualquier logro del Gobierno aprista en esa materia ya que carecemos de parámetros adecuados para cuantificar y validar la reducción.

El presidente lamenta que los peruanos no crean en los resultados de su gestión. Según él las cosas marchan estupendamente bien y no hay motivos para tomar medidas radicales como bloquear carreteras, aeropuertos o puentes. Para García la ola de protestas es “obra” de conspiradores nacionales e internacionales que azuzan a una población manipulable. Las movilizaciones sociales no son legítimas para el presidente ya que niega que los comuneros tengan capacidad de organización. Todo lo malo viene de afuera y no guarda relación con sus propias limitaciones e incapacidades. Culpa al ‘antisistema’ de la polarización y la sensación de ingobernabilidad que difunden algunos medios cuando reportan la obstaculización con troncos y piedras de alguna vía terrestre. García no se siente responsable del clima de agitación política y social porque ha encontrado su chivo expiatorio en el ‘antisistema’ que encarnan tanto el nacionalismo de Ollanta Humala como el socialismo de Hugo Chávez.

Tras el fallido operativo en Bagua Chica García aprovechó la muerte de 24 efectivos para poner en marcha la tesis del complot internacional. Del total de bajas policiales, la mitad se produjeron en la fatídica Estación N° 6 de Petroperú. Los uniformados formaban parte de un contingente de 38 agentes que habían sido destacados a la planta y posteriormente secuestrados por cientos de nativos de la etnia awajun desde hace 5 semanas. El comando policial “desconocía” su situación al igual que el ministro de Defensa, Ántero Flores-Áraoz, quien dijo este domingo en La República que “nunca supo que los policías de la estación petrolera Nº 6 eran rehenes”. La versión oficial no es creíble pues los operarios de Petroperú, quienes eran reemplazados cada semana, comunicaron oportunamente la captura de la estación petrolera.

Si las autoridades insisten en su versión podemos colegir que desean emular a los ‘halcones’ del Partido Republicano tras el atentando del 11-S. La estrategia del ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld y del ex vicepresidente Dick Cheney de utilizar el ataque a las Torres Gemelas y el Pentágono para incursionar militarmente en Iraq ha sido imitada por este Gobierno pues trató de capitalizar las muertes de Bagua, la Estación N° 6 y la ‘Curva del Diablo´ para victimizarse y arrinconar a los opositores del régimen. La sangre de los policías le ha servido a García para montar un burdo escenario de ‘guerra fría’ y descalificar a sus críticos. Ahora todo aquel que no comulga con su modelo es satanizado y acusado de sedicioso. Lo mismo hizo el repudiado George W. Bush en el Capitolio en 2002 cuando anunció la doctrina del ‘eje del mal’ y dividió al mundo entre los que “están con la democracia y la libertad”, o sea con él; y los que apuestan “por el fanatismo y la barbarie”, en alusión a varios movimientos y gobernantes musulmanes.

Sacar partida de un atentado o masacre ha permitido que gobiernos maquiavélicos consigan el respaldo de la opinión pública para alcanzar determinados objetivos políticos. Este fue el caso de la ilegal invasión de Iraq por parte de Estados Unidos, Reino Unido y España en 2003; y lo que intentó infructuosamente García pues la ciudadanía no se puso de su lado.

Si hubiera existido injerencia extranjera en la Amazonía, los nativos no se hubieran desmovilizado tras la derogación de los decretos que rechazaban ni los campesinos de Andahuaylas hubieran firmado actas de compromiso con el cuestionado Yehude Simon. Claro que detrás de algunas protestas hay revoltosos asociados con el Sutep y Patria Roja, enquistados en el magisterio estatal, pero su participación y capacidad de movilización es mínima porque no representan a nadie, salvo a un grupo de maestros descontentos con las medidas del Ejecutivo en materia educativa (con la selección de profesores). Estos grupos no tienen la fuerza ni el apoyo para impulsar un cambio de grandes proporciones, es decir, una revolución.

En el punto III de su ¿ensayo? el delirante García atribuye la baja calidad de la educación a “viejos dirigentes” que promueven huelgas y se oponen a la capacitación de la plana docente. Esto no es cierto pues Mercedes Cabanillas, principal responsable del fracasado operativo de Bagua, permitió el ingreso de miles de apristas al magisterio en su calidad de ministra de Educación en el primer quinquenio de García. Si hay que culpar a alguien de la debacle del sector es a la titular de la cartera de Interior porque sus compañeros de partido no estaban preparados para la enseñanza. Así se condenó al atraso a millones de peruanos ya que no recibieron una educación digna. Esto es sumamente grave porque incrementó la desigualdad, el principal problema del país.

Luego García menciona a “los sobrevivientes de la izquierda de los 70”, quienes están detrás de las movilizaciones pues “predicaban la violencia y llamaban hermanos a los senderistas (miembros de Sendero Luminoso)”. Pero esto lo hacía nada más y nada menos que su primer ministro Yehude Simon, quien militó en la izquierda radical y fue encarcelado por su cercanía al MRTA (Movimiento Revolucionario Tupac Amaru). Simon ha negado toda vinculación con grupos subversivos pero su pensamiento extremista ha sido registrado en medios escritos de la época (los 80).

En el punto IV García dice contar con el respaldo de la inmensa mayoría, pero el 54% de la población, según la encuestadora Apoyo, no está contenta con el modelo económico. La gente demanda cambios urgentes pues la creación se empleo se ha estancado. Si las cosas marchan tan bien en el país, ¿por qué el Estado tuvo que implementar un paquete de inversiones en infraestructura a última hora? Desde que empezó la crisis económica mundial, a finales de 2007, varios funcionarios aseguraron que estábamos “blindados”, pero luego cambiaron de parecer y aprobaron un ‘plan anticrisis’ para compensar la caída de las exportaciones, la inversión privada y la demanda interna.

En cuanto al empleo, este no está garantizado como piensa García pues es tremendamente precario e informal. La inestabilidad es lo que caracteriza a la Población Económicamente Activa (PEA) pues inclusive dentro del Estado existe personal que no tiene derechos elementales (emiten recibos por honorarios cuando en realidad están sujetos a las órdenes de sus superiores y tienen que cumplir con un horario de trabajo). Sólo una minoría tiene acceso a la seguridad social, compensación por tiempos de servicios, vacaciones pagadas y está protegida contra el despido arbitrario. García ve una realidad muy distinta a la que padecen millones peruanos.

La muerte de 24 policías, señor García, se debió a la mala planificación y ejecución del operativo por parte de los responsables políticos y del comando policial, respectivamente. Quienes condenaron a muerte a 12 uniformados que custodiaban la Estación N° 6 fueron los miembros del Gabinete y el presidente de la República porque autorizaron el desalojo sabiendo que un destacamento había sido retenido. Ningún funcionario puede decir que desconocía su paradero o condición pues fueron enviados a resguardar un activo estratégico que permite el suministro de petróleo en el oriente. La falta de inteligencia, impericia y previsión causaron el desastre que todos conocemos. Entonces, al permitir el desalojo de un tramo de la carretera Fernando Belaunde Terry se puso en peligro la vida de los efectivos secuestrados, pues debieron ser liberados antes de disparar y arrojar bombas lacrimógenas sobre miles de amazónicos enfurecidos.



lunes, 28 de enero de 2008

George Bush tiene mucho que explicar sobre la actual crisis de confianza.

Bush y las actuales tormentas financieras
Paul A. Samuelson*
28/01/2008

Ojalá tus hijos vivan tiempos interesantes". Estas palabras eran una antigua maldición, no un deseo de buena voluntad: las guerras y las revoluciones son épocas apasionantes. Una prosperidad prudente y pacífica es muy aburrida. Y así pareció evolucionar la macroeconomía entre 1980 y 2005, tanto en Estados Unidos como en todo el mundo. Qué engaño.

1. En teoría, se había controlado ya la inflación, y el coste no habían sido más que dos breves recesiones sucesivas en el periodo 1980-1981, cuando Paul Volcker era presidente de la Reserva Federal.

2. Después vino la "saludable burbuja" del mercado de Wall Street que Merlín el Mago, encarnado por el astuto Alan Greenspan, dejó que se enconara a lo loco.

"Al fin y al cabo", decía el doctor Greenspan recordando su época en la camada de Ayn Rand

[fundadora del objetivismo], "si unas personas invierten en acciones o valores que están revalorizándose, ¿quiénes somos nosotros para poner en duda lo que hacen y bajar los márgenes permitidos de compra con financiación ajena o aumentar los tipos de interés de la Reserva Federal?" Con suerte, podía contarse con que las innovaciones de Joseph Schumpeter fueran beneficiosas para todos.

Lo que era inevitable sucedió precisamente cuando George W. Bush se hizo con la presidencia en 2000 y los republicanos obtuvieron mayoría en las dos Cámaras del Congreso.

El "conservadurismo compasivo" de Bush se tradujo en compasivos regalos fiscales a los plutócratas, además de una nueva desregulación de la contabilidad empresarial.

En Wall Street, los cínicos llamaron a esta nueva etapa "la nueva era de Harvey Pitt". Pitt fue nombrado presidente de la Comisión del Mercado de Valores estadounidense (SEC en sus siglas en inglés) precisamente porque había sido asesor legal de las Cuatro Grandes, las principales empresas de contabilidad. El primer discurso de Pitt proclamó el amanecer de "una SEC más amable".

Los abogados, contables y consejeros delegados entendieron lo que insinuaba Pitt: si uno se acogía a tal o cual vacío dudoso para eludir impuestos, a Hacienda no le iba a importar. Era posible ocultar las pérdidas y exagerar los beneficios mediante unos manejos de los balances que violaban las estrictas normas de contabilidad legisladas en los años anteriores a Bush.

¿Por qué traer a colación esta vieja historia? Por una buena razón.

Las bancarrotas y las ciénagas macroeconómicas que sufre hoy el mundo tienen relación directa con los chanchullos de ingeniería financiera que el aparato oficial aprobó e incluso esti-muló durante la era de Bush. El joven George Bush no sólo metió la pata en la política de Oriente Próximo. Además, la versión Bush-Rove de la democracia plutocrática logró la peculiar alquimia de convertir un ciclo normal de expansión y contracción en la vivienda en un pánico financiero mundial a la vieja usanza y difícil de controlar.

En esta ocasión, Estados Unidos fue la Eva del Paraíso que tentó a los banqueros suizos, alemanes y británicos para que comieran la perversa manzana de la no transparencia y la inconsciente utilización desmesurada de fondos ajenos para comprar. ¿Previeron Ayn Rand y el libertario Milton Friedman que el Edén del mercado de Adam Smith iba a convertirse en el desorden actual? ¿Dónde estaban el gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, y los responsables del Banco Central Europeo y el Banco de Japón mientras empezaban a venirse encima estos desastres?

Ni los habituales consejeros delegados mediocres ni los dirigentes mundiales prestaron nunca la suficiente atención a los peligrosos vientos que empezaban a soplar. Si estuviéramos en 1929, la actual epidemia financiera sería el preludio de una larga depresión mundial. Por fortuna, la historia económica nos ha enseñado mucho desde entonces.

Los bancos centrales, como explicaron Walter Bagehot en el siglo XIX y Charles Kindleberger en el XX, son, sobre todo, los prestamistas de último recurso. Como diría Kipling, "¿qué saben de dinero si sólo el dinero conocen?" Cuando las acciones y los bonos se calientan o se congelan, la preocupación de la inflación, el mantra inicial de Bernanke, no es suficiente, ni mucho menos.

La calle, en todo el mundo, está pendiente de ver cómo hacen frente los Gobiernos al torbellino sembrado por ese exceso de desregulación: pérdida de puestos de trabajo; ahorros dilapidados; aumento de precios en la energía y las materias primas; ganancias de capital negativas en la vivienda y las carteras diversificadas. Por supuesto, algunos problemas se derivan de nuestros propios pecados de omisión y comisión. Otros, de las conmociones en el suministro: interrupciones en las perforaciones de petróleo de Oriente Próximo, inflación en las materias primas y los alimentos debido a la nueva demanda de un nivel de vida mejor en China. No obstante, son más los que proceden de los fallos cometidos por los administradores sociales a los que los votantes, ricos y pobres, eligieron para los más altos cargos.

Parece que, por fin, ha entrado en la Casa Blanca el viejo lema: "Es la economía, estúpido". Y el presidente George W. Bush -a quien enseñaron algo mejor que eso en Yale- se ha lanzado a formular, en serio, la propuesta de hacer permanentes las apresuradas ventajas fiscales y desregulaciones causantes de los escándalos económicos de hoy.

Varios asesores del circo que fueron los primeros años de Reagan, partidarios de la economía de la oferta, miembros desacreditados de la derecha radical, han salido de su retiro para volver a pedir que no haya impuestos sobre las ganancias de capital y que determinados servicios esenciales del Gobierno pasen a depender por completo de un impuesto de tipo único para los asalariados.

Cuando el miedo al riesgo ahoga tanto la inversión como el consumo, la receta para que los bancos bajen más los tipos de interés es un gasto presupuestario sensato y mesurado.

Las locuras de los electorados se pueden remediar en futuras elecciones. Sin embargo, todo el mundo sabe que, hoy en día, el dinero sirve para comprar votos legalmente. Por eso los realistas matizan su optimismo con cierta cautela.

*Paul A. Samuelson es economista y premio Nobel estadounidense. Traducción de M. L. Rodríguez Tapia. © Paul Samuelson. Distribuido por Tribune Media Services, 2008.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Bush/actuales/tormentas/financieras/elpepiopi/20080128elpepiopi_4/Tes

jueves, 24 de enero de 2008

Bush mintió casil mil veces: Habrá castigo para él?

EEUU: George Bush mintió mil veces para justificar la invasión a Irak

Según la conclusión de un estudio realizado por organizaciones periodísticas. Investigaron casi un millar de mentiras de la Casa Blanca.

AP.
Foto: EFE.

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Mentiroso. Foto de archivo de una rueda de prensa en la Casa Blanca.

En los dos años previos a la invasión de Irak, el presidente George W. Bush y sus allegados ofrecieron 935 declaraciones falsas sobre la amenaza que supuestamente presentaba Saddam Hussein, señalaron dos organizaciones periodísticas.

La conclusión del estudio fue que el gobierno incurrió en "una campaña orquestada que galvanizó efectivamente la opinión pública y, en el proceso, condujo al país a la guerra decididamente de manera fraudulenta". El estudio fue divulgado el martes en la noche en el sitio de internet del Centro por la Integridad Pública, que trabajó en la investigación conjuntamente con el Fondo por la Independencia en el Periodismo.

El vocero de la Casa Blanca Scott Stanzel, no comentó el martes sobre los méritos del estudio, pero reiteró la posición del gobierno de que la comunidad mundial consideraba a Saddam como una amenaza.

En el estudio se mencionaron 935 falsas declaraciones en un período de dos años, en discursos, entrevistas y reuniones informativas con la prensa, entre otros medios de difusión. Tanto Bush como funcionarios de su administración señalaron de manera inequívoca, en al menos 532 ocasiones, que Irak tenía armas de destrucción masiva, o intentaba producirlas, o tenía vínculos con la red terrorista Al-Qaeda, o ambas cosas a la vez.

Study: Bush, others 'methodically propagated' false info before Iraq war

In a report that is sure to evoke passionate responses from supporters and opponents of the Iraq war, two nonprofit groups have concluded that President Bush and his top advisers made nearly a thousand false statements between 2001 and 2003.

Researchers at the Center for Public Integrity accuse Bush and other top officials of making inaccurate claims about the existence of links between Saddam Hussein and al-Qaeda and the presence of WMDs in Iraq:

President George W. Bush and seven of his administration's top officials, including Vice President Dick Cheney, National Security Adviser Condoleezza Rice, and Defense Secretary Donald Rumsfeld, made at least 935 false statements in the two years following September 11, 2001, about the national security threat posed by Saddam Hussein's Iraq. Nearly five years after the U.S. invasion of Iraq, an exhaustive examination of the record shows that the statements were part of an orchestrated campaign that effectively galvanized public opinion and, in the process, led the nation to war under decidedly false pretenses. ... In short, the Bush administration led the nation to war on the basis of erroneous information that it methodically propagated and that culminated in military action against Iraq on March 19, 2003. Not surprisingly, the officials with the most opportunities to make speeches, grant media interviews, and otherwise frame the public debate also made the most false statements, according to this first-ever analysis of the entire body of prewar rhetoric.

The Associated Press says a White House spokesman wouldn't comment on these conclusions. "The actions taken in 2003 were based on the collective judgment of intelligence agencies around the world," spokesman Scott Stanzel tells the wire service.

Here's how the groups conducted the study. And here's how some bloggers are reacting:

Jules Crittenden: Somebody tell them it's over. Saddam Hussein will never have (any more) WMD or (any more) meaningful ties with al-Qaeda. Next order of business, Iran. It looks like, thanks in part to the latest intelligence miscalculation, Bush isn't likely to be acting forcefully on that threat to Mideast and world peace in what remains of our national nightmare.
James at The Mahatma X Files: As I understand it, one won't find anything especially earth-shattering as the cat is out of the bag regarding the lies the White House used at the time. For those of us who were long-time skeptics, the database serves as a convenient place to send folks in need of a reminder - especially at a time when the current White House occupant (and the Dem and GOP front-runners for their respective parties' presidential nominations) seems preoccupied with getting the US involved in yet another war (i.e., Iran).
Ed Morrissey at Captain's Quarters: In fact, there is nothing new in this site that hasn't already been picked apart by the blogosphere, and some of it discredited. It includes the debunked charge that Bush lied in the "sixteen words" of the 2003 State of the Union address. Joe Wilson's own report to the CIA and to the Senate Select Committee on Intelligence confirmed that, at least according to Niger's Prime Minister, Iraq had sought to trade for uranium in 1999. The CPI site has the sixteen words posted as one of their false statements.
Attaturk at firedoglake: Still, seems a tad low, but then it doesn't count the last nearly five years. Good thing all of these people have been called to account and our policy errors corrected by more rational decision and planning.

USATODAY.COM

miércoles, 23 de enero de 2008

Déficit gringo

Plan reactivador de EUA en marcha.

(Reuters) El presidente George W. Bush estimó ayer que podría alcanzarse pronto un acuerdo con el Congreso estadounidense sobre un paquete de estímulo fiscal y dijo que era necesario lidiar con la "incertidumbre" que rodea al panorama económico.

"Confío en que podamos aprobar un acuerdo de manera relativamente rápida", dijo Bush a la prensa en un evento.

"Todos nosotros queremos tener algo listo (...) que sea temporario y efectivo y todos queremos que sea lo más rápido posible", agregó.

Pedido de Paulson

Por su parte el secretario del Tesoro, Henry Paulson, indicó que confía en que las economías de EE.UU. y el mundo sean resistentes, pero recibió con beneplácito un recorte en las tasas de interés hecho por la FED.

Paulson reconoció una desaceleración "material" en la economía estadounidense durante las últimas semanas, pero insistió en que pese al desplome global en los precios de las acciones, la economía del mundo tenía una "resistencia esencial" que le ayudará a capear la tormenta.

"Necesitamos hacer algo ahora, ya que los riesgos a corto plazo son claramente a la baja y los beneficios potenciales de una acción rápida para apoyar nuestra economía se han vuelto claros", dijo Paulson. Agregó que el tiempo es esencial y el presidente Bush está preparado para trabajar con ambos partidos.

Déficit

Al margen del plan reactivador, Bush va rumbo a dejar al gobierno federal en una situación financiera peor que la que él heredó, lo que le dificultará a quien lo reemplace a cumplir las promesas hechas en la campaña electoral de este año.

Bush podría concluir sus ocho años en el cargo con un déficit presupuestario superior al pronosticado y cercano al récord de US$ 413,000 millones alcanzado en 2004.

Tomado del Diario Gestión 23.01.08

jueves, 27 de septiembre de 2007

George Bush chantajeó a Chile.

"No conocía la brutalidad con la que Bush advirtió a Chile" El ex embajador chileno en la ONU, indignado por el contenido del acta secreta de la reunión Bush-Aznar

En La Moncloa

EL PAIS.-ERNESTO EKAIZER
- Madrid - 26/09/2007

Juan Gabriel Valdés, embajador de Chile ante la ONU en los días previos a la invasión de Irak, reaccionó hoy con estupor al conocer el acta de la conversación Bush-Aznar del 22 de febrero de 2003, durante la cual el presidente de EE UU amenazó con perjudicar a Chile si no apoyaba la invasión. "Nunca se dijo aquí en Chile nada de semejante brutalidad. Sabía que había habido algún tipo de presiones, pero nunca tan directas", dijo Valdés.

El ex embajador se refería a un párrafo de la conversación de Crawford (Tejas) en la que el presidente George W. Bush señalaba a José María Aznar el comportamiento que debían observar los países considerados amigos de EE UU. "Países como México, Chile, Angola y Camerún deben saber que lo que está en juego es la seguridad de los Estados Unidos y actuar con un sentido de amistad hacia nosotros. [El presidente chileno Ricardo] Lagos debe saber que el Acuerdo de Libre Comercio con Chile está pendiente de confirmación en el Senado y que una actitud negativa en este tema podría poner en peligro esa ratificación", decía Bush.

En la primera quincena de marzo de 2003 habían trascendido algunas informaciones sobre la presión que ejercía Washington sobre aquellos países que manifestaban sus reticencias a apoyar una intervención militar en Irak. En particular, en relación a Chile, se pudo saber que el entonces principal negociador comercial de EE UU, Robert Zoellick, se había puesto en contacto con la ministra de Relaciones Exteriores de Chile, Soledad Alvear, para manifestarle que "tenía miedo de que en el Senado norteamericano se recibiera muy mal un voto contrario de Chile a la resolución". En aquella época estaba pendiente, como recordó Bush a Aznar en su reunión, la firma del Tratado de Libre Comercio entre EE UU y Chile.

"La conversación entre Aznar y Bush revela exactamente la visión que tenía y tiene la Administración de Bush de las Naciones Unidas como institución. Lo que está por encima de todo, en este caso de la guerra de Irak, es la relación bilateral que cada país tiene con EE UU. Todo se mide en función de esa relación bilateral. No existe la comunidad internacional como tal", protesta Valdés.

Las gestiones de Palacio

El ex embajador participó activamente en la oposición a la segunda resolución propuesta por EE UU, Reino Unido y España. "¿Cómo íbamos a apoyar una guerra cuando los informes públicos y privados del jefe de los inspectores de la ONU, Hans Blix, hablaban de un incremento de la cooperación de Irak, cuando no habían encontrado armas prohibidas y cuando se llegaron a destruir 70 misiles Al Samud 2?", plantea. Por eso, Valdés lideró junto con el entonces embajador de México ante la ONU, Adolfo Aguilar Zinser, un grupo de seis países (Angola, Camerún, Guinea, Pakistán, México y Chile) para dar más tiempo a los inspectores, aunque no indefinidamente. En marzo de 2003, la ministra española de Exteriores, Ana Palacio, propuso a Chile que copatrocinara la segunda resolución. "Sole, hay que salvar a Colin, hay que salvar a Colin", espetó Palacio a la ministra chilena Soledad Alvear, en referencia al secretario de Estado norteamericano Colin Powell.

Palacio excluyó de una reunión con Colin Powell a Adolfo Aguilar Zinser —sólo permitió la asistencia del ministro de Relaciones Exteriores de México, Ernesto Derbez, el 7 de marzo de 2003— por considerarlo demasiado antiamericano. Aguilar Zinser murió años más tarde en un accidente automovilístico.

Philippe Sands es el abogado británico experto en Derecho Internacional que destapó el memorándum secreto de la reunión del 31 de enero de 2003 entre Bush y Blair. Preguntado ayer sobre la conversación de Crawford entre Aznar y Bush, dijo: "La segunda resolución fue una concesión de Bush a Blair de mala gana. No se trató ni siquiera de dar legalidad a la guerra. Las conversaciones de Aznar y Bush son coherentes con las anteriores de Bush y Blair. Una auténtica mascarada".

FOTOS - GORKA LEJARCEGI - 26-09-2007

En La Moncloa. George W. Bush, presidente de Estados Unidos, junto al jefe del Ejecutivo español, José María Aznar, en los jardines de La Moncloa (Madrid) en junio de 2001, durante la visita oficial del mandatario estadounidense a España.- GORKA LEJARCEGI

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La noticia en otros webs

viernes, 24 de agosto de 2007

Bush compara Iraq con Vietnam


No es la primera vez que el presidente norteamericano, George W. Bush, compara la ocupación de Iraq con la guerra de Vietnam pues en dos oportunidades nombró aquel conflicto para hacer algún descabellado paralelo. La primera ocasión que Bush mencionó tal comparación se produjo en octubre de 2006 cuando admitió, a un periodista de la cadena ABC, que la situación en Iraq podría ser similar a la de Vietnam en 1968, tras la ofensiva de Tet, que los historiadores consideran un punto de inflexión hacia la retirada norteamericana del país asiático. En la entrevista reafirmó su convicción de no retirar las tropas y criticó a sus detractores demócratas.

La siguiente alusión tuvo lugar durante su gira por el Sudeste asiático, en la que paradójicamente arribó a suelo vietnamita para asistir a una cumbre de la APEC (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico). En Hanoi reveló a la prensa que EE UU no perdería la guerra si no abandonaba (como lo hizo en Vietnam) y pidió paciencia, como ahora, porque revertir las cosas “llevará mucho tiempo”. Esto fue en noviembre de 2006.

Con este historial a cuestas, no resulta sorprendente que Bush apelara nuevamente al fantasma de Iraq para justificar la presencia militar de su país en Oriente. Cabe recordar que hace menos de un año se emplearon similares argumentos para alertar que el repliegue estadounidense desataría una guerra sectaria sin cuartel y que crearía un caos por toda la región. Los estrategos de la Casa Blanca recurren a temores del pasado y similitudes forzadas para buscar apoyo entre las masas más desconcertadas.

Ahora bien, equiparar Vietnam con Iraq es plausible si nos centramos exclusivamente en la participación norteamericana en ambos conflictos, es decir, en sus pésimas planificaciones, desempeños y performance ya que por lejos excedieron todos los cálculos iniciales. No es posible, por ende, cotejar las causas ni las consecuencias (las de Iraq aún son inciertas) toda vez que las dos guerras tuvieron contextos disímiles. Además, resulta aventurado pronosticar que a raíz de la retirada, Oriente Medio caerá en manos de extremistas pues tal profecía no se cumplió en el caso de Indochina. La parte sur de Asia no sólo no se desestabilizo tras la salida de EE UU, sino que prosperó al adoptar el modelo capitalista.

A todas luces resulta temerario sostener semejantes argumentos. Por ello no tiene mucho asidero extender la presencia del Pentágono para detener la propagación del radicalismo islámico, que dicho sea de paso, ha crecido gracias a la intervención norteamericana en la región más conflictiva del planeta.

Evocar en estos momentos el trágico recuerdo de Vietnam, la mayor derrota militar de EE UU, se hace para ocultar el impacto de interesantes revelaciones de un informe de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) sobre la ineficacia de la Agencia para combatir a Al Qaeda e impedir el atentado del 11–S. Como las fallas de inteligencia pueden salpicar a la Casa Blanca -pues el ataque se produjo en el primer mandato de Bush-, el presidente estadounidense desató la polémica al mencionar una vez más la inexistente comparación.

Vietnam representó una dura derrota militar para EE UU, pero no una estratégica, porque la región del Sudeste asiático tiene una economía abierta. En cambio la guerra de Iraq representa lo contrario ya que hubo una victoria militar, pero se vislumbra una estrepitosa derrota política por no conseguir los objetivos (de asimilar culturalmente Oriente a Occidente, acabar con el fundamentalismo islámico y asegurar el suministro de petróleo al minimizar el riesgo político). Cualquier comparación, a la luz de lo expuesto, carece de sustento histórico pues en Iraq las milicias extremistas y nacionalistas no tienen el respaldo de grandes potencias como lo tuvo el Vietcong de la Unión Soviética y China. El apoyo con el que cuentan los radicales chiíes, por ejemplo, proviene de Irán. Otros grupos y facciones reciben recursos de Arabia en el caso de los sunitas. En Vietnam hubo un ejército regular, el Vietnam del Norte, que enfrentó a las tropas norteamericanas al igual que una guerrilla.

En lo que puede haber una posible comparación es el desamparo en el que quedarían los iraquíes y su gobierno tras la salida estadounidense. La situación es equiparable dada la precariedad del ejecutivo para instaurar el orden. La iraquización del conflicto, que consiste en entregar a las autoridades la responsabilidad de la pacificación también será un paso previo que guardará mucha similitud con la vietnamización, es decir, con la entrega de la guerra al ejército de Vietnam del Sur.

Un dato que salta a la vista y revela la gran diferencia entre ambas ocupaciones es la cantidad de bajas que la guerra de Vietnam produjo en las filas estadounidenses. En Vietnam se estima que perdieron la vida cerca de 58.000 soldados; mientras que en Iraq las muertes llegan a 3.700 desde el 2003.

También se debe destacar que en Iraq existe una marcada división entre las distintas etnias, acentuada indudablemente por el conflicto. Cosa que no ocurría en Vietnam por ser un país homogéneo, es decir, de similar composición racial y cultural.

Es interesante la percepción que tiene el estadounidense promedio de la guerra al calificar esa empresa como inmoral por no tener justificación en un 54%, según la CNN. Este dato echa por la borda los intentos de Bush de apelar a la guerra de Vietnam para ganar respaldo entre los conservadores.

En términos humanitarios la descabellada operación ha causado al menos medio millón de muertos según algunos sondeos conservadores. En desplazados la cifra alcanza los dos millones, en su mayoría refugiados en Siria, Jordania, Irán y Europa, en menor medida.

Lo que se puede inferir de las palabras de George W. Bush en su discurso a la Convención de Veteranos de Guerra es que está preparando el terreno para una retirada gradual de las tropas. Al decir que EE UU no se irá está enviando diversas señales a varios actores, según su grado de participación e involucramiento en el conflicto. El primer mensaje está dirigido obviamente al público estadounidense deseoso de ver a sus soldados en casa. En la medida que se haga efectivo el plan del jefe de Estado mayor, Peter Pace, divulgado por Los Angeles Times, de remover a la mitad de los efectivos destacados en Iraq (bajo el argumento de dar mayor flexibilidad a las Fuerzas Armadas para afrontar nuevas amenazas), la Casa Blanca ganará algo de alivio si opta por una posición intermedia entre la retirada total o la permanencia indefinida. Esta visión colisiona con la del responsable militar para Iraq, el general David Petraeus, quien considera mantener el número de tropas actuales.

Una probable interpretación del choque de estas dos visiones opuestas es que se quiere presionar al primer ministro iraquí, Nuri Al Maliki, por su mayor independencia. A cierto sector de la política norteamericana el desempeño de Al Maliki no sólo decepciona, sino que enerva al mostrar mayores acercamientos con Siria e Irán. Parece ser que las altas esferas le han bajado el pulgar y promueven su cambio dado que su coalición de gobierno se ha roto (17 de los 40 ministros han renunciado o han decidido boicotear su gabinete), lo que ha dejado a los sunitas sin representación. De hacerlo se echaría por tierra el argumento del Iraq libre y democrático que promueve EE UU toda vez que estaría amparando un golpe de estado. Al Maliki también es cuestionado por las agencias de inteligencia en un informe elaborado en forma conjunta por16 dependencias del ejecutivo estadounidense. En concreto, el informe titulado “Perspectivas para la estabilidad de Iraq”, carga contra el primer ministro calificándolo de incapaz para lograr la paz y estabilidad de su país. El gobernante iraquí respondió los cuestionamientos con inusual dureza al afirmar que "nadie tiene el derecho de imponer condiciones a un gobierno electo" y que su gobierno puede encontrar amigos en cualquier parte (incluido Irán), según la BBC.

La proximidad de la fecha de evaluación de la estrategia en Iraq (en setiembre) permite a la Casa Blanca jugar con un calendario de retirada, que de efectuarse, complicaría aún más la debilitada posición de Al Maliki. Al respecto, John Warner, senador republicano en el Comité de Fuerzas Armadas indicó que “es necesario que el presidente Bush anuncie el mes próximo una retirada inicial de tropas, como forma de espolear al Gobierno iraquí a que actúe”. El senador de Virginia, que ya había pedido la destitución de Al Maliki, sugirió una retirada de unos 5.000 soldados para Navidad.